martes, 30 de junio de 2009

RPG (primera parte)

(Esta entrada cae en dos de las peores categorías: es cursi, ya que recuerdo algo con cariño, y es de dos partes, dado que al final me dio pereza seguir escribiendo... ojalá la disfruten)

Los blogs son una cosa personal y donde uno hace toda clase de confesiones sin pensarlo mucho. Este tipo de confesiones pueden ser una cosa bochornosa en un blog como el mio que solo leen cuatro personas con las que hablo seguido. Personalmente, lo que hago es imaginar que tengo miles de seguidores de muy lejos y que las cosas que confieso de mi son lo suficientemente lejanas como para que si me ven en la calle no vayan pensando "ahí va el ateo", "el man que le tiene miedo a los payasos" o "aquel que no quiere usar lenguaje incluyente".

Dado lo anterior va otra confesión/cosa evidente: soy lo que se llama un geek (ñoño para los latinos). Me gustan los videojuegos, la ciencia ficción, los mundos de fantasía, la ciencia y demás cosas que, por azares del imaginario gringo, hacen de alguien menos popular. Un cerebrito como dirían algunos. Dentro de todas esas cosas que me gustan se encuentran los juegos de rol... si, como "calabozos y dragones". Son una terapia para mi: por una parte ayudan a escapar el día a día a través de la imaginación compartida. Por otra parte, son una forma de expresión que combina la palabra escrita con una dosis saludable de teatro. Finalmente, son una actividad grupal, una buena excusa para verse con los amigos y volver a tener 16 años.

A los no iniciados siempre he descrito los juegos de rol como "cuentería interactiva". Alguien piensa una historia (lo llamaremos "narrador") y el resto interactua con ella (los llamaremos "jugadores"). Más que una historia es un esbozo de una historia, tiene un escenario, un conflicto y personajes secundarios. Algunas veces tiene final pero este nunca está escrito en piedra. Esa es una de las cosas que mas me gusta de jugar rol, el narrador crea un mundo detallado, creíble y lleno de cosas para hacer. Sin embargo, está muerto hasta que no lo habitan los jugadores. Son ellos quienes hacen la historia y quienes la llevan a sitios insospechados.

La primera vez que jugué tendría, creo, unos 12 o 13 años. Estaba yo por ese entonces en mi segundo colegio y un profesor de español nos habló del asunto. Tuve la fortuna de contar con un grupo de amigos dispuesto a conocer más y así, por cortesía de uno de ellos, llegó la famosísima caja básica de D&D. Tenía un dragón rojo sobre un fondo negro y con solo verla de verdad uno podría imaginar mil aventuras diferentes. Destaparla fue como abrir un cofre del tesoro, vimos salir maravillados los mapas, las miniaturas, los libros y los 6 dados (por los cuales, de paso, sé cuales son los poliedros regulares).

Así seguí en ese colegio dedicado al rol, la cacería de dragones y la exploración de calabozos. Cuando cambié de colegio (si, estuve en tres colegios, pero eso es otra cosa) creí que era la hora de dejarlo atrás. Pero no, me siguió hasta donde iba y así comencé otra temporada de jugar rol. No tan frecuente como antes pero definitivamente mucho más madura y planeada. Entre todas las anécdotas que tengo jugando rol las más interesantes pasaron en el Agustiniano Norte, ninguna superará esa vez que, en medio de la emoción de un combate, teníamos público alentándonos y un profesor llegó a separar a los que estaban peleando... para encontrar a cuatro pelagatos con lápices, dados y hojas.

Gracias al rol he experimentado diferentes formas de contar una historia. He comenzado en el futuro haciendo de la narración un recuerdo. He separado a los jugadores en grupos pequeños para especializarlos. He jugado con la luz, con la música, con el tiempo, con la soledad, con los grupos... algunos de esos experimentos han sido fracasos rotundos, otros han sido muy interesantes. Lo bueno es que siempre he contado con buenos jugadores dispuestos a matar un dragón más.

miércoles, 24 de junio de 2009

Volviendo al género

Si quienes abogan por el lenguaje inclusivo quisieran de verdad hacer algo estarían dando bombos y platillos la campaña "ni con el pétalo de una rosa". Que si, sonó, pero no tanto como debería para un problema tan absolutamente grave.

Es preocupante saber que 80% de los colombianos son víctimas de algún tipo de violencia familiar.

Pero verdad que cambiando el lenguaje todo se arregla, ya para qué me preocupo.

Florence Thomas tiene toda la razón

Como también la tiene Ángela Benedetti.

Quienes me conocen saben que estoy en contra del llamado "lenguaje incluyente". Bueno, estaba en contra del "lenguaje incluyente". Para mis lectores y lectoras, el lenguaje incluyente consiste en decir "lectores y lectoras" en lugar de solamente "lectores". Debe quedar bien claro que me leen tanto hombres como mujeres, la humanidad si quieren pensarlo de esa forma.

Usted, amigo lector o amiga lectora, se estará preguntando ¿por qué estaba yo en contra de un cambio tan magnánimo y necesario en el lenguaje? La respuesta es sencilla: me parece innecesario. A mi modo de ver el español es un idioma maravilloso y muy rico. Lleno de palabras, de tiempos verbales, de pequeñeces gramaticales que, siendo honestos, nadie recuerda más allá del colegio cuando, su profesor o profesora, se las enseñó.

Sin embargo, pese a su riqueza, el español nunca solucionó muy bien aquello del género. Los angloparlantes y las angloparlantes la sacaron barata (¿barato?), sencillamente tienen un artículo indeterminado que sirve para todo y no le dan mucha importancia al género. Por eso se termina leyendo frases completas sin saber si hablan de hombre o de mujer hasta que aparece un him o un her en algún lado. En el español el asunto se solucionó al decir que el masculino funciona, además, como el género indeterminado.

Así hemos hablado durante, no sé ¿500 años? tal vez un poquito más. Y es curioso dado que el español baja del latín, que tiene una forma especial para los géneros indeterminados o donde hay una mezcla de masculinos y femeninos. La verdad es que nunca me había detenido a pensarlo y me parecía todo muy bien y hasta alergia me daban los hombres y mujeres que pretendían imponernos a todos y todas el uso del lenguaje incluyente. Ni que decir de la @ (l@s niñ@s).

Me parecía, honestamente una pérdida de tiempo invertir recursos en obligar a todos los funcionarios públicos y las funcionarias públicas (por decir algunos y algunas) a usar este lenguaje en todos lados. Eso fue, por supuesto, hasta hoy. Hoy tuve una epifanía al leer este artículo de Florece Thomas que resume muy bien por qué el uso del lenguaje incluyente es algo crítico para que hombres y mujeres avancemos en la creación de un mundo donde niños y niñas vivirán sin exclusiones.

La idea, palabras más, palabras menos, es que los hombres somos unos llorones (si, lo somos y no me voy a esforzar en debatir eso). Dado que las mujeres han tenido que soportar durante miles de años la violencia masculina es importante que los hombres dejen de lado esa satisfacción fálica que implica usar el género masculino como indeterminado.

Y, debo decirlo, la verdad es que Florece Thomas y Ángela Benedetti nos pillaron... la única razón por la cual las mujeres han sido discriminadas es porque en lugar de decir "había 5000 espectadores y espectadoras" decimos "había 5000 espectadores". La conspiración, para quienes no lo saben, va tan alto como la Real Academia de la Lengua Española que, quien lo habría imaginado, tiene un especial interés en mantener el status quo del lenguaje... esos miserables académicos (y académicas porque también hay mujeres).

Además de todo el tejido de intriga y conspiraciones alrededor del uso del lenguaje está una cuestión práctica: leer un titular que dice que "los niños son victimas de violencia sexual confunde". La verdad es que a mi también me confundía pero no me había dado cuenta. Como en el colegio no me enseñaron español nunca habría pensado que el titular se debe estar refiriendo tanto a niños como a niñas y eso perpetúa el imaginario de que solamente existen los hombres. ¿Las mujeres? Ni idea, parte del complot es que todo el mundo crea que a las mujeres no las violan porque el español no las toma en cuenta.

Para terminar es claro y evidente que cambiar el lenguaje por un acto administrativo hace que las cosas mejoren. Todos recordamos como a Bush lo dejaron de molestar por decir que en lugar de tortura lo que hacía era usar "técnicas mejoradas de interrogación". También es cierto que los "interrogados" y las "interrogadas" se sintieron aliviados y aliviadas al saber que no los estaban torturando. O, en un ejemplo de la ficción, lo bien que funcionaban los ministerios en 1984 de George Orwell: "me están torturando, pero como lo hace el ministerio del amor, seguramente no es tan grave".

Yo creo que el uso del lenguaje incluyente es una solución poco pragmática. Los que lo proponen y las que lo proponen dicen que es para ser más específico. Pero, si nos ponemos en esas, eventualmente va a tocar que el periodista o la periodista y el funcionario público o la funcionaria pública terminen describiendo a todo el mundo: los niños, de 13, 14 y 15 años, que viven en tal sitio y hacen tales cosas, y las niñas de 13, 14 y 15 años que viven en tal sitio y hacen tales cosas. No queremos cambiar el idioma para que los despistados puedan entender las noticias, queremos cambiarlo para que las mujeres estén incluídas.

Por eso propongo dos soluciones: la primera, dejar de joder y cambiar la constitución para implementar el género indeterminado (propongo la "u" o la "i" para este fin: lus niñus o lis niñis) y así se sabe que hay de todo. La ventaja de esto es que cuando voy yo solo con 5 amigas no me van a decir "¡chao niñas!" cortando mi falo simbólicamente. La otra opción, mucho más radical es cambiar de una vez el género indeterminado y dejarlo para las mujeres: cuando se diga "las niñas se sentaron" se entenderá que es posible que también haya niños en ese conjunto. Con esto se hiere el macho de muchos hombres, pero también llegaremos a una era gloriosa en la cual Ángela Benedetti hará cosas de verdad y Florece Thomas volverá a escribir algo interesante.

martes, 23 de junio de 2009

Extremos

Cuando alguien me pregunte por qué soy tan duro en ocasiones contra la religión lo remitiré a este artículo. O a cualquiera que salga ese día con algo igual o peor.

Si, son extremos, pero los extremos no pueden vivir en un mundo de tibios.

No es cuestión de convertir a nadie. Es cuestión de invitarlos a pensar.

La entrada más aburrida de todas (no pierda el tiempo, no la lea)

No sé sobre qué quiero escribir hoy. No es la primera vez que me pasa y cuando me pasa suelo irme en direcciones inesperadas. Siempre que algo así sucede lo que termino haciendo es escribiendo un párrafo para invocar ideas que luego desarrollo, es como darme tiempo para pensar. Tal vez por eso es que muchas veces lo que sigue al primer párrafo no tiene nada que ver con lo que había escrito hasta el momento. Por eso, también, es que parece que las primeras líneas fueran solamente divagar y divagar... entretener al lector para que no sé de cuenta de que, en realidad, no está leyendo nada.

Se acabo el primer párrafo, ¿y de ideas? ninguna hasta ahora. Habrá que seguir divagando.

Decía que lo que intento es que el lector no sepa que no está leyendo nada. No creo ser el primero en hacerlo ni creo ser el último. Sin embargo, creo que soy uno de los más interesantes. Finalmente, sigue leyendo esto ¿no? Y, hasta donde veo, no ha aprendido nada de nada. Solamente que tengo poca inspiración y ganas de entretenerlo hasta quien sabe cuando. Tal vez, en lo más profundo de sí espera que esto mejore.

Como cuando uno va a cine a ver la nueva película de moda que todo el mundo le recomendó, no pasa nada. Nada. Nada... pero uno se queda, en un acto, bien de terquedad ("si ya me gasté dos horas esperando, pues me espero otra"), bien de inocencia ("no creo que alguien sea tan cruel de hacerme esperar dos horas para que no pase nada") o de tacañería ("si le metí $10 mil a este bodrio me lo termino de ver porque es mío").

A quienes esperan que esto mejore les tengo malas noticias: no va a mejorar. Cuando llevo cuatro párrafos y nada se me ocurre, es porque nada se me va a ocurrir.

Si las cosas siguen así usted perderá tiempo valioso que podría usar para leer algo de verdad o llamar a un ser querido.

¿Quiere otra pista de que esto no va para ningún lado? Ya llevo tres párrafos seguidos de dos líneas (y uno de una).

A quien no se haya ido solo puedo decirle que admiro su inocencia o que temo su terquedad y tacañería. No le doy las gracias, uno no agradece a alguien que se queda cuando lo hechan ¿o si? Pues yo no, cuando me hechan me dedico a dañar la casa (si... soy bien vengativo) y a refunfuñar. Que quede claro, eso no es una invitación a que vayan a dañar mi casa (porque los dos lectores que tengo saben donde vivo, que miedo...).

Si no quiero que vean la entrada y ya los saqué ¿para que sigo escribiendo? ¿por qué siquiera me tomé la molestia de abrir blogger si no tenía nada interesante que decir? La verdad, honesta y sincera, es que no tengo ni la más remota idea. A veces no sé qué escribir y sale algo interesante. Nunca he sido bueno para planificar, hago las cosas sobre la marcha ya que si planifico termino por no hacer nada. Parálisis de perfección supongo, la misma razón por la cual no puedo dibujar.

Cada vez que tengo una hoja en blanco y ganas de dibujar quiero que salga algo maravilloso y no tengo la paciencia de ajustar el dibujo. Lo mismo me pasa cuando escribo, si no lo hago de un solo empujón, no sale nada. Me quedo eternamente cambiando palabras, reescribiendo párrafos y añadiendo nuevas cosas. Hay, en el escritorio de blogger, unas 7 u 8 entradas en borrador. Se me ocurrió la idea y ya, no quise escribir nada hasta no perfeccionarla. El resultado es evidente, no hay ni perfección ni escrito ni nada.

De ahí mi gusto por improvisar y andar un camino que no sé a donde me lleva, solo sé de dónde salió.

Tal vez por eso cuando escribo lo que sigue al primer párrafo no tiene nada que ver con lo que lo precedía. Siempre que algo así sucede es porque comienzo a escribir para ver si se me ocurre algo, tal y como con esta entrada. Definitivamente no es la primera, ni la última vez que me pasa y por eso escribí un montón de cosas que no esperaba... y, al finalizar la entrada, sigo sin saber sobre qué quiero escribir hoy.

viernes, 19 de junio de 2009

Payasos

Le tengo miedo a los payasos.

Listo. Lo dije. Ahora pueden burlarse. Pero, antes de burlarse cabe la pregunta ¿Soy en realidad la única persona que le tiene miedo a los payasos? La verdad lo dudo mucho. Desde muy pequeño les tengo miedo. De hecho, una de mis primeras fotos consiste en un payaso cargándome... mientras lloro desconsoladamente. Una de mis segundas fotos es el mismo payaso conmigo sonriente, creo que fue de cuando me hicieron caer en cuenta que ese no era un payaso, era mi papá disfrazado de payaso. Aún sabiendo eso recuerdo (tan bien como se pueda recordar algo de esa tierna edad) que me aproximé con bastante cuidado, no fuera a ser que fuera un payaso disfrazado de mi papá.

Como venía diciendo, los payasos son aterradores. Incluso hay un palabra especial para referirse al miedo que causan "coulrofobia". Jamás he comprendido porque, si absolutamente todas las personas que conozco le tenían miedo a los payasos siendo niños, también a absolutamente todas las personas que conozco les hicieron fiesta con payasos. Padres sádicos me imagino, tal vez una venganza intergeneracional o, en últimas, que los papás quieren ver los payasos para sentirse finalmente grandes. Probablemente yo también lo haga y, mientras mis hijos huyen de los señores de la cara pintada, yo esté sentado pensando "si, finalmente les perdí el miedo".

Si usted, uno de mis tres lectores, no me cree, piense lo siguente:

Un adulto piensa en payaso y piensa en esto:

Fuente


Un niño piensa en payaso y piensa en esto:
Fuente

Tal vez luego desarrolle el tema de los payasos y cuente como una vez uno me atacó (valga aclarar que yo lo provoqué). Por ahora queda la moraleja: ¿De verdad queremos que en las fiestas de nuestros niños haya un tipo disfrazado de asesino en serie?

Da para pensar, ¿No?

miércoles, 17 de junio de 2009

Kosher

¿Hay un google kosher? Nunca he sabido porque los judíos que se toman la palabra de dios de forma tan literal quieren acceder a todas las ventajas del mundo moderno. Al utilizar la versión google de kosher indirectamente están afirmando "si, dios lo dijo todo, pero se le olvidó que 6000 años después de sus palabras que todo lo abarcan iba a existir internet, así que aquí le hacemos el addendum".

¿Eso no es faltar al respeto? Finalmente, dios lo sabe todo, así que si no le quiso decir a unas tribus primitivas que en 6000 años iba a existir todo lo que hay ahora de pronto es porque no quería que lo supieran, herramientas del demonio pienso yo. Todo tiene sentido si, además, nos damos cuenta de lo detallada que es la biblia sobre el manejo de los animales para sacrificio.

Por obra de Dios

Hace mucho que no escribo. Como dos semanas. Para un blog que se venía escribiendo a diario eso es mucho tiempo sin escribir. Muchas ocupaciones supongo, pero hoy leí algo que, por alguna razón, pudo indignarme. No es secreto que soy ateo, lo he dicho clarito en otras dos entradas. Hoy escribo por este artículo en el tiempo sobre una madre que primero dijo que le habían secuestrado a su bebé y luego resulta que ella lo había enterrado en una bolsa para que se muriera.

Horrible.

La verdad ni siquiera esa palabra lo describe.

Pero bueno, este tipo de historias siempre sirven a los ateos para preguntarnos ¿Por qué existe el mal? Un dios todopoderoso y bondadoso no dejaría que pasaran esas cosas. Es cierto que según todos los creyentes nos dio eso del libre albedrío, basicamente para dejarnos tentar por el diablo y así justificar la existencia de seres (la palabra "persona" es un halago) capaces de abandonar a un bebé, ni siquiera a su suerte, a su muy segura muerte.

Horrible.

Cada vez que lo pienso me da más ira.

Esa sencilla nota da para pensar muchísimas cosas ¿Por qué oponerse férreamente a los anticonceptivos? ¿Es acaso la voluntad de un ser supremo, todopoderoso, omnipresente y omnisapiente, dejar una vida en manos de tal ser? De hecho, si todo lo sabe ¿Para qué le dio en primer lugar la capacidad de reproducirse? Lo que sé que me va a dar mas rabia son las racionalizaciones "lo hizo para que apreciaramos el valor de la vida", "lo hizo para probar nuestra fe" o, en lo que es ciertamente la declaración de ser ignorante y sentirse feliz de serlo, "sus obras son misteriosas".

También horrible.

La fe es, literalmente, ciega. Enceguece y aturde.

Aturde como al general Yesid Vasquez, director de la policía metropolitana de Bucaramanga, para quien "por obra de Dios, hay un viento que hace que los investigadores detecten un olor fétido" que los hace encontrar el cadaver y, de paso, la confesión de la madre. Por supuesto, la obra de dios fue el olor, que bien que al tipo ese le dio por hacer soplar el viento en la dirección correcta. "Ni una hoja se mueve sin el visto bueno del señor" dice la biblia en algún lado. Que lástima que no quiso salvar al niño... no era necesario un milagro espectacular, solamente requería que alguien deambulando lo encontrara, o acelerar la acción de quienes lo buscaban. Pero no, le parecio que, mejor dejamos que muera el bebé y que el viento sople.

Ya no es horrible, es estúpido.

¿De verdad alguien puede afirmar que el olor de un bebé descompuesto es obra de un ser superior?

Me cuesta trabajo creerlo, pero más me cuesta creer que hay quienes lo creen. Me cuesta aún más creer que hay quienes lo creen y lo defienden... si existiera un dios podría hacer algo tan sencillo como hacer de todos los que serán malos padres estériles. Pero, como está obsesionado con el sexo y somos sus ratones de laboratorio, mejor nos deja como estamos. Finalmente, su accionar es misterioso...

...misterioso, horrible y estúpido.