jueves, 16 de abril de 2009

Mi blog hace una confesión de "fe" (primera parte de dos)

He debido reescribir unas tres o cuatro veces el título de esta entrada. Eso es lo que pasa cuando una buena idea asalta por sorpresa pero no asalta por completo. Por esa misma razón, he cambiado unas tres o cuatro veces el tema de esta entrada. Mi blog se escribe de una vez, sin borradores, así que es importante tener claro a donde quiero llegar. De hecho, a la mitad de esta entrada decidí que la haría en dos partes, para no ser muy largo y ladrilludo.

Si alguien me conoce sabe que soy ateo. Lo digo fuerte y claro cada vez que me lo preguntan o cada vez que surge el tema. Si alguien no me conoce, ya lo sabe: soy ateo. No agnóstico, ateo. Más aún, soy materialista. Eso quiere decir, palabras más o menos, que a mi modo de ver nada que pase en este mundo es obra de una entidad sobrenatural. No fantasmas, no alma, no vida eterna...

Me sorprende en ocasiones las reacciones de la gente que descubre que, en efecto, no creo en nada. Algunos dicen que es tan solo una etapa, que ya se pasará. Otros sienten lástima -pobrecito, no siente el amor de dios. La minoría se muestra curiosa e incrédula, me preguntan mucho y siempre terminan diciendo "no puedo creer que no crea en nada". A veces pienso que reflejan algunas de las dudas que la religión y el ser supremo responde ¿Y la muerte? ¿Y la justicia? ¿Y el destino?

Sin embargo, la mayor parte y los más fascinantes son quienes reaccionan de forma hostil. Como si el hecho de mi ausencia de fe fuera una amenaza para la suya. Parece que pensaran que quiero hacerlos renunciar a su fe. Nada más lejano de la realidad. No quiero, ni me interesa, que cada creyente que conozco se vuelva ateo ni que renuncie a su fe.

Aunque tengo opiniones bastante fuertes al respecto, me las guardo para mi e incluso me gusta celebrar las novenas o usar la excusa de una misa como motivo para verme con mis amigos (sobre esto tal vez hable más detalladamente en un futuro). De verdad siento que el mundo es un lugar tan grande que no existe razón para que los creyentes y los ateos puedan existir al tiempo. Para eso hace falta una sola premisa: no me molesten. Así, simple, sin ningún misterio... el problema es que la mínima parte de los creyentes es capaz de seguirla. El resto siente que debe hablarme de lo grande que son dios, alá. mahoma, yaveh, jeová, vishnu y demás seres mágicos que habitan las religiones.

Es cuando me evangelizan que me transformo. Pero de eso hablaré en la segunda y final parte.

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