sábado, 1 de octubre de 2011

Peluquerías

En general no soy un amante de las peluquerías. Producen en mi la misma sensación que una estación de gasolina o un cajero automático: existen para proveer un servicio de rutina, que se consume de forma automática y se puede resumir de la siguiente forma:

1. Llegar al sitio donde prestan el servicio
2. Dar instrucciones de lo que se quiere. Siempre es lo mismo: gasolina, dinero o que me pasen la maquina
3. Si la interacción fue con un ser humano agradecer
4. Pagar las tarifas que apliquen
5. Irse y no volver a pensar en eso sino hasta que sea absolutamente necesario (tanque vacío, billetera vacía o "estas tan peludo que me sorprende que alguna vez pensé que eras lindo")

Y es que para mi es un asunto que no debería tener mucho misterio. Desde que tengo capacidad de decidir me he cortado el pelo exactamente de la misma forma (máquina, la dos por los lados, la tres por arriba, gracias). Nunca comprendí conceptos que para algunos de mis amigos del colegio eran tan básicos como el gel, el acondicionador o el cepillo. Jamas me preocupé por mirarme mas de 30 segundos en un espejo y moverme el pelo como un idiota, pensando tal vez que de tanto molestarlo de pronto iba a decidir ser algo diferente a lo que la genética había determinado para mi. Vivía (y vivo) en una dulce ignorancia estilística de la que no quiero salir pese a los intentos desesperados de las mujeres de mi vida.

Sobra decir que las las peluquerías "chic" son para mi una mezcla entre tortura y pensar todo el tiempo "esto mismo lo puedo conseguir por 5.000 si busco bien". La segunda parte se explica por si misma, si en cualquier sitio la instrucción es idéntica, si odio hablar con el peluquero y si nunca me tomo mas que un vaso de agua ¿Cuál es el valor agregado de los 20.000 que le doy de más al señor estrato 6 por mi humilde corte clase media? Con esos 20.000 puedo cortarme el pelo todo un año y me queda para los buses.

Pero me desvío del tema. Lo importante aquí es que se trata de una tortura. Es un ejercicio de recordarme lo poco sofisticado que soy, lo seco que esta mi cuero cabelludo y lo urgente que es "hacerme las uñas" (como si no estuvieran hechas ya). Porque seamos sinceros, las peluquerías caras no viven de cortar el pelo a incautos como yo. Viven de convencer a otros incautos que necesitan no una, ni dos, sino tres o cuatro "limpiezas faciales" con extracto de alguna mata de mida, cada una a 50.000, muchas gracias.

Supongo que toda esta retahíla solo me hace ver como el hombre poco sofisticado que soy y que el peluquero descubre tan pronto me siento y le doy la instrucción. "¿De verdad? La maquina le hace salir el pelo más seco y puntudo, mejor hagamos el corte con tijeras y no tan bajo como me lo pidió" a lo que me dan ganas de responder "si ya sabía como cortarme ¿Para que me pregunta?". Lo que sigue es un ejercicio de esperar 45 minutos a que me hagan algo que no pedí, con alguien que me habla de cosas que no me importan, alaba lo lustroso de mi pelo (orgullosamente cortado durante 15 años con la máquina que no quiso usar) e intento que la diligente niña comprenda los siguientes hechos muy importantes:

1. No me voy a hacer las uñas, sin importar que tantas miradas de reproche reciba
2. La exfoliación con eucalipto me parece algo aburridísimo.

Al final de todo debo sonreír y esperar que mi novia pague. Ella, que si comprende y disfruta con todo el ritual es quien me invitó y yo, claramente, no puedo decir que no a un regalo, por muy sofisticado que este sea.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Blogeando desde mi cama

Son las 11:30 de la noche de un viernes. Tal vez debería estar en algún sitio bebiendo cerveza y escuchando música con mis amigos de toda la vida y de tiempo reciente. En lugar de eso me encuentro acostado, sintiendo el abrazo tibio de las cobijas de la cama que comparto con el amor de mi vida.

Llevo, literalmente, años sin escribir nada por aquí. Ya debe estar lleno de telarañas metafóricas que debería estar quitando pacientemente. La pregunta que surge justo ahora es ¿Qué hago escribiendo aquí un viernes a las 11:30 de la noche? La verdad es que no tengo una respuesta concreta.

Si esta pagina fuera mi diario diría que estoy contándoles a todos lo que pasa en mi vida. Pero "estoy acostado escribiendo" no cuenta como algo interesante o único. Probablemente muchos estén ahora en la misma situación. La verdad, mas sencilla y menos interesante, es que acabo de descubrir que puedo componer cosas desde mi teléfono y publicarías aquí.

Es el control remoto de mi vida y no sé si eso debería parecerme prometedor o preocupante. Mientras lo pienso voy a irme a dormir. Tal vez mañana tenga cosas mas interesantes que contar o tal vez vuelva a pasar otro año completo hasta que vuelvan a saber de mi...

...¡Oh, el suspenso!

miércoles, 23 de febrero de 2011

Estadísticas

Dicen que la información es poder. No sé bien quién lo dice, pero si es cierto que lo dicen, y mucho. Como economista soy fiel creyente de esa frase, tener buena información nos da el poder de tomar buenas decisiones. Estadísticas correctas nos confieren el poder de tomar decisiones acertadas, no solo prediciendo el futuro sino aprendiendo de los errores pasados. También podemos cambiar las cosas sobre la marcha. Y, mucho más importante, si conseguimos el objetivo sabremos por qué, si fracasamos, sabremos por qué.

Toda esta carreta para una breve reflexión sobre bajar de peso. Uno de los mecanismos de intervención más poderosos es llevar un diario de lo que uno come y del ejercicio que uno hace. Otro es pesarse todos los santos días para ver cómo afectan las decisiones que uno toma el proceso de bajar de peso. Debido a esto uno encuentra mil soluciones posibles. De baja tecnología como anotar lo que uno se come en un cuaderno hasta una pesa que se conecta a internet para almacenar el peso, BMI y porcentaje de grasa; todo se puede consultar desde su iPhone, iPad o aparato de su preferencia.

Se vuelve entonces un problema de escoger el mecanismo más acertado para hacerlo. Personalmente me gustaría usar páginas de internet en las que uno mete la información de lo que come y, mágicamente, le dice cuantas calorías, sodio, grasas trans, vitaminas y demás ha metido en su cuerpo. He comenzado a usar unos tres o cuatro de estos sitios, comienzo muy entusiasmado pero después de un par de semanas descubro algo horrible: no sé decir "morcilla", "pandebono", "morrillo" o "fritanga" en inglés. Tampoco sé exáctamente cuántos gramos comí de cada cosa y, por más grande que sea la base de datos, es imposible registrar un Chocoramo de forma certera.

Además, ya antes logré bajar de peso sin necesidad de llevar un diario (30 kilos, para ser exactos, a lo largo de un año) ¿Por qué habría de necesitarlo ahora? La respuesta es sencillísima: mi mamá ya no me prepara la lonchera ni la comida. Ahora tengo que participar activamente haciendo el mercado y decidir cuáles son las cosas que quisiera o no comer, me puse la tarea de mirar la información nutricional de cada cosa que como e intento calcular cuántas calorías tiene cada plato. Esto es algo imposible de hacer si no sé lo que he comido ya que, siendo sinceros, mientras uno come no quiere pensar que el morrillo es la parte de la res con más grasa (por eso es tan delicioso) o que la cafeína puede causar estragos en la forma como metabolizamos lo que comemos. Eso se hace después, con la cabeza fría y el estómago lleno.

Por eso una de las cosas que comencé hoy, junto a escribir en este blog, fue un diario con las cosas que he comido. Muchas personas piensan que es algo enfermizo vivir pendiente de lo que uno come, yo era uno de esos. Creía que era atroz ver a la gente preocupada por cuántas calorías come o quema y asumía que era innato del ser humano saber cuánto comer y cómo comerlo. Si eso fuera cierto McDonald's habría quebrado ya, no encontraríamos comida empaquetada y yo no estaría haciendo todo esto en primer lugar.

Además, el asunto de las calorías apela a mi instinto de economista: 7000 calorías son un kilo aproximadamente, así que, para bajar un kilo debo comer 7000 calorías menos (lo ideal es medio kilo cada semana). También debo tener en cuenta que un ser humano de mi edad debe ingerir unas 2000 calorías al día y de mi depende si quiero que 1200 de esas calorías sean hamburguesa con papas y gaseosa o si quiero que sean tres comidas bien preparadas y meditadas. Vamos a ver hasta donde llega el impulso y, si encuentro la inspiración, de pronto se pueda plantear un modelo empírico de "elecciones óptimas de comida con una restricción de X calorías diarias".

martes, 22 de febrero de 2011

114

El título de esta entrada es mi peso en kilos. Debería ser 85, máximo.

Lamento decepcionar a los que entran aquí buscando una opinión sesuda sobre política o que están desesperados por entender por qué la tabla de fletes es un invento del demonio. También lo lamento por quienes querían leer un ensayo crítico contra la religión y explicando paso a paso las razones por las cuales algún representante divino me parece el peor ser humano que haya existido (aparte: la figura que define este blog debería ser la hipérbole). No voy a dejar de lado esos temas, una persona como yo todo el tiempo encuentra razones para quejarse. Sin embargo, hoy voy a aprovechar este sitio para otra cosa. Pero antes, como siempre, un poco de contexto.

Creo que 8 de mis 10 lectores me conocen en persona y, si me conocen hace suficiente tiempo, sabrán que soy de las personas que se emociona con algo, lo usa hasta cansarse y luego lo deja. ¡Este blog es una muestra de eso! Otra cosa que sabrán de mi es que toda mi vida he sido gordo. A veces he sido más gordo que otras veces, pero creo que nunca en mi vida es estado en lo que puede llamarse un peso "normal" (Índice de Masa Corporal entre 18.5 y 24.9). Siempre he estado por encima (a veces bien por encima) de 28. Y, si bien el IMC es solo un número, también es cierto que la gente que lo tiene más grande suele morir más jóven y de cosas más horribles. Mi conclusión es que, más allá de consideraciones puramente estéticas, no quiero ser uno de esos.

Así que, una vez terminado el contexto, vamos al grano. Al parecer hablar de la intención que tiene uno de bajar de peso se correlaciona positivamente con bajar de peso. No es algo que me extrañe del todo: si la gente que me rodea sabe lo que estoy intentando probablemente se sienta menos inclinada a ofrecerme un trago más o a pedir pizza cuando están conmigo. También es probable que me ayuden a reflexionar que, tal vez, una hamburguesa con doble queso y tocineta no sea la mejor opción.

Usaré este pequeño espacio para hablar de las cosas que hago, de las cosas que dejo de hacer, de lo que leo, de lo que oigo, de lo que como y de lo que dejo de comer. Esto me servirá un triple propósito:
  1. Espero poder compartir lo que hago con ustedes. No hay nada como la presión social para conseguir grandes cosas
  2. Volveré a escribir. Dado que cambiar un estilo de vida es cuestión de todos los días tendré que sentarme a escribir todos los días. Siempre habrá aquí una pequeña reflexión sobre esto y, con algo de suerte, habrá una entrada sobre algo más
  3. Escribiré sobre más cosas. Ya sé que tenía mamado a más de uno hablando mal de Mockus, diciéndole idiota a todo aquel que no entiende por qué la globalización es algo bueno y burlándome de las creencias de los demás. No dejaré de hacerlo, solamente habrá más variedad en todo este asunto
Por ahora disfrutaré de la idea de que esto es algo que escribo solo para mi y la ilusión de que nadie lo lee después de más de un año sin tocarlo.