viernes, 30 de octubre de 2009

Las brujas

Cuando era pequeño creía en casi todo lo que tuviera nombre de paranormal. Extraterrestres, vidas pasadas, poderes psíquicos, mediums, fantasmas, homeopatía, astrología, el tarot y demás cosas que se puedan imaginar. Ya antes había hablado de este tema pero creo que no es uno muy fácil de agotar por diferentes razones. Una de ellas es que, por alguna razón, nuestro cerebro viene "programado" para creer en esas cosas. Otra es que es un tema que nos parece fascinante, la idea de que existe una realidad más allá de la que vemos y, aún más interesante, que somos unos de los pocos escogidos para acceder a ella.


Hoy me trae el tema de las brujas, los maleficios y demás cosas que se creen cuando se experimenta una mala racha o cuando a uno le cae muy mal alguien y quiere hacerle algo. Debo admitir que aún hoy todavía me dan ganas de hacerle un maleficio a más de uno. Decirle una palabra mágica o hacer un ritual extraño con tierra de cementerio para hacerle la vida miserable. Si, soy una mala persona, pero ese no es el punto. El punto es que no soy el único que quisiera verlo, ni siquiera estoy en la minoría. Aunque muchos lo nieguen, la verdad es que alguna vez hemos sentido tanto desprecio por alguien que nos enceguecía.


Pero de sentir desprecio a hacerle algo hay una distancia bien grande. Fantasear no es problema, así como el hecho de pensar que me nado en una piscina de vodka no implica que voy a morir de cirrosis, el hecho de pensar en embrujar a alguien no quiere decir que voy a salir a hacerle algo a esa persona. Afortunadamente si estoy en la minoría de los que saben que eso no es más que tonterías, desafortunadamente esa posición es de minoría. En el mundo hay mucha gente dispuesta a pagar por brujería así como hay gente dispuesta a pagar por contrarrestar la brujería y, como la economía nos enseña, donde hay gente dispuesta a comprar hay gente dispuesta a vender.


Tenemos entonces un boyante comercio de hechizos vendidos al mejor postor y de todas las variedades posibles. Los hay con muñequitos y agujas, los hay con velas y tiza, los hay con palas y cementerios. Pero todos sirven para el mismo fin: enriquecer a unos, dar tranquilidad a otros y dejar al resto de la humanidad sin problemas. Claro, a menos que uno sea el que recibe el hechizo, en ese caso ya se tiene a quien culpar cuando se le pincha una llanta.


Uno de los motivos por los que estamos condenados a vivir con este pensamiento mágico es por la forma en la que nos repiten constantemente que funciona. Pronto se estrenará una película "basada en hechos reales" de un pelotón de síquicos en el ejército de EEUU (basada, entre otras, en testimonios de gente como Uri Geller, por eso las comillas). No me molesta la historia, pero si los "hechos reales" en los cuales se inspira. Otro ejemplo es una noticia del día de hoy en El Tiempo (el titular es tan tonto que me da dolor de cabeza): "¿Paris Hilton embruna a Ronaldo?" Y la noticia, como supondrán, se limita a entrevistar a un brujo que dijo que una rubia gringa y famosa (nunca por el nombre... todos le tienen miedo a las demandas por calumnia) le había pagado para embrujarlo.


Tal y como fue reportado pareciera que es un hecho indiscutible que se puede embrujar a la gente. Lo reportan con la misma seriedad que la entrevista con el descubridor de 90 exoplanetas (planetas por fuera de nuestro sistema solar). En ningún momento plantean que la brujería es algo improbable o que, tal vez y solo tal vez, Paris Hilton tiene mejores cosas que hacer que pensar en un ex novio. Tal y como están las cosas estoy pensando en abandonar la economía para venderle soluciones fáciles a gente tonta y de paso mojar prensa cuando El Tiempo venga a preguntarme si yo fuí el causante de que una modelo se tropezara.

martes, 27 de octubre de 2009

Crónica de un disfraz: La búsqueda, la elección y la coronación

"¿Sabes cuál es el porcentaje de novios que se disfrazan obligados?" La pregunta era respuesta a una observación mía "Mira, hay, por lo menos, cuatro veces más disfraces para mujeres que para hombres". Cuando me fijé en los disfraces tampoco me había dado cuenta de que el único hombre mayor de 17 años, sin hijos y buscando disfraz, era yo. El resto eran niños y adolescentes con sus mamás o papás buscando disfraz para sus hijos. Y yo que pensaba que la alergia a los disfraces era solo mía.

La mañana había comenzado con la promesa de mi novia de hacer un listado de tiendas a lo largo y ancho de Bogotá para buscar el disfraz. Eran las 10:30 de la mañana y estaba lloviendo cuando sucedió, las nubes dentro de mi cabeza se abrieron y dieron paso a un rayo de luz que, no lo sabía en ese momento, salvaría mi día: "¿Y si vamos primero a la tienda donde encontraste el disfraz la vez pasada?" Ella lo pensó y me dio la razón, por bien que nos fuera estaríamos saliendo rumbo a cualquier tienda a las 11 de la mañana y habría que almorzar. Si yo no almuerzo soy una mala persona y no debe haber nada peor que buscar un disfraz con una persona con hambre; todo le parece lindo y no es objetivo.

Así terminamos, a las 11:30, en Cachivaches. Lleno de gente que se movía como chulos alrededor de los disfraces ¿Sabían que sacan un número limitado de cada disfraz y que si se acaba toca esperar hasta el año entrante? Yo no, pero lo descubrí cuando entré al almacén y ví como la gente se empujaba y movía ganchos frenéticamente. Una de las vendedoras, muy amable, nos dio todas las instrucciones que necesitaríamos: "Allá" dijo señalándo un tubo solitario "están los disfraces de hombre. Allá" dijo señalando un área que representaba la cuarta parte del almacén, lleno de personas empujándose "están los disfraces de mujer". Mi estrategia era sencilla: encontrar un disfraz para ella que con toda seguridad encontraríamos el compañero, reduciéndo la búsqueda a la mitad.

Suspiré, tragué saliva y me dispuse a poner mi mejor cara de "perdón por haber empujado a una señora de 60 años" si llegaba a ser necesario. En la primera isla nada, muchas cenicientas (pero ella ya tiene ese disfraz), muchas indias, gatitas, bomberas, presas, policías y demás. Nada interesante. Al iniciar la segunda de tres islas de disfraces una mancha verde me sugeria mal pronóstico. Haciendo un repaso mental breve creo que había, por lo menos, 10 disfraces de Campanita que retaban mis pocas ganas de ser Peter Pan. Pero ya eran las 12:20 y el almuerzo me llamaba, si tocaba ser Peter Pan por almorzar, pues lo sería. Ya luego tendría tiempo de preocuparme por explicarlo a mis amigos.

En esa misma segunda isla estaba mi salvación. Un disfraz que a la larga sería el elegido. Los ojos de mi novia brillaron tan pronto vieron que era el último que quedaba y lo cogió. En ese instante supe que nuestra búsqueda había llegado al final pero cuando se lo dije su respuesta fue "nos falta todavía ver... por si las moscas ¿no?" Y por si las moscas terminé con 3 disfraces, dos chaquetas y el hambre que invadía mi cerebro (si, estoy a dieta, pero eso no significa que he dejado de comer).

Terminados de ver los potenciales disfraces sigue la segunda parte del circo: medirse los disfraces. El almacén estaba lleno a reventar con personas buscando disfraces, lo que hacía falta eran sitios donde probárselos. Dos vestiéres, uno de los cuales era completamente invisible, el otro era tan visible que tenía fila y una política de "dos disfraces por persona". Mi novia cogió sus dos disfraces y se probó primero el elegido... sobra decir que no se probó ninguno más. Mientras ella se cambiaba yo socializaba con una de las señoritas encargadas de ordenar esa histeria y averigüé donde encontrar la pareja de ese disfraz "¿Si vio la isla de los disfraces de hombre?" (como perderla, tan abandonada ella) "ahí lo encuentra".

En efecto, estaba el disfraz que necesitaba... seis veces. Tomé uno pero igual había que mirar el resto de los disfraces. Cogí otro par como por darle misterio al asunto pero, cuando me los probé decidí una cosa para el resto de mi vida: nunca voy a usar disfraces enterizos. ¿Las razones? En primer lugar soy unos 10 centímetros más alto que la persona en la que estaban pensando cuando los hicieron. En segundo lugar, con mi aversión al calor, no quiero imaginarme la pesadilla que sería usarlo en medio de una fiesta de Halloween...

Finalmente me probé el disfraz, me quedó perfecto y solo hacía falta un accesorio que compramos diligentemente...

¿Cuál es el disfraz? Dicen que una foto vale más que mil palabras así que, para completar las dos mil de esta entrada, he aquí una foto que, espero, les guste:







Epílogo: Una vez encontrado y coronado el disfraz solo queda encontrar donde lucirlo más allá de mi casa. El final de la crónica será el sábado, cuando el mundo (más allá de mis 12 lectores) vea que no me disfracé de Peter Pan.

lunes, 26 de octubre de 2009

Los mamertos son tan simples que da risa

El gran debate de la semana pasada fue el presupuesto de las universidades públicas. Unos y otros afirman que hay un problema de plata que hay que solucionar. Un suceso puso en la mente de todos este problema: la retención que impusieron sobre el rector de la Universidad Nacional los estudiantes de la misma para pedir mayores recursos. Querían los estudiantes que el rector fuera a uno de los auditorios a "debatir" el tema con los estudiantes dolidos en el alma por su amada universidad. El rector, egresado de la Universidad Nacional, sabía (como saben todos y cada uno de sus estudiantes, aunque lo nieguen en público) que esos "debates" son un montón de gente que ya sabe el resultado del debate y unos pocos asustados que no dicen nada.

No estoy culpando a los asustados. Si yo fuera uno de ellos también estaría entre los asustados. Es difícil ser valiente cuando la contraparte en un "debate" es amiga de la mitad de las milicias urbanas de las FARC, los paras, el ELN o algún otro grupillo de esos. También se ha tocado este problema por parte de algunos, pero todavía muy superficialmente y sin la discusión necesaria.

Pero me estoy desviando del tema. La verdadera inspiración de esta entrada no es la demencia de algunos estudiantes en las universidades públicas ni los problemas de plata que enfrentan. Es, como cosa rara, una columna en El Espectador del domingo pasado titulada "En pie de lucha". Me gusta en la misma forma que a algunos les gusta "William Hung": es tan mala que es buena. No voy a listar aquí la cantidad de lugares comunes que contiene esa columna, solamente haré un par de observaciones.

Primera: podrían leer un artículo en semana.com sobre el tema de las universidades. No solo abarca el tema del presupuesto sino que hace un análisis más amplio del funcionamiento "político" de las universidades. La mejor frase: "En el campo académico están de cara al siglo XXI, mientras una asamblea estudiantil es como regresar a los años 60". Al leer la columna de El Espectador uno se siente devuelto a 1960. Para el autor de la columna el problema de las universidades públicas no es la corrupción de algunos funcionarios, el hecho de que nadie sabe en qué gastan la plata o el problema de que no han ampliado la cobertura. No, si el problema son "los negocios y la defensa a ultranza de los intereses del gran capital".

¿Qué es "el gran capital"? Ni idea. Cuando leo y releo esa columna no puedo evitar pensar que el autor se imagina un cuarto lleno de hombres con monóculos y sobreros de copa sonriendo mientras leen que la gente muere de hambre. Esta forma simplista de pensar tiene nombre "conspiracionista" y consiste en imaginarse que todos los problemas tienen una causa única o que hay un grupo muy poderoso encargado de manejar los "hilos del poder". Si fueran tan poderosos ya habrían mandado a desaparecer al columnista aquel, pero supongo que es una prioridad quebrar a las universidades públicas.

El simplismo conspiracionista atraviesa cada una de las frases que emplea el escritor (contra quien me ensaño porque representa la forma de pensar de muchos otros, solo que este tiene acceso a un periódico de circulación nacional). Por ejemplo, según admisión propia, todos los cambios importantes de la sociedad se han desencadenado gracias a un movimiento estudiantil ¿De verdad? La apertura económica fue un evento importante que mejoro la calidad de vida de todos los colombianos ¿Y los estudiantes? Protestando para que no lo hicieran. No voy a desconocer el mérito de muchos movimientos estudiantiles pero, siendo sinceros, tampoco es que sean lo último.

La segunda observación es más corta y tiene que ver con la pereza de nuestro estimado columnista (nuevamente, esto puede expandirse a casi cada persona que se quedó en la izquierda de 1960): según sus cifras el presupuesto del año entrante en educación es de 0,4% del PIB mientras que el de "guerra" es de 14,2%. Comparemos con los datos de alguien más: Salomón Kalmanovitz, quien tampoco es que quiera mucho al gobierno. Según él la educación se queda con el 3,8% del PIB mientras que la defensa con el 3,92% ¿A quien le creemos? ¿Al economista que vive de las cifras o al mamerto que delira con fantasías de grandes capitales?

Así las cosas el debate sobre las universidades públicas solo puede empeorar: a muchos no les importa, a muchos les parece que deberían cerrarlas y, los que las defienden, tienen entre sus aliados a personas como esta ¿Para qué hacerle caso a un mentiroso? Que triste es pensar que el debate está atrapado por quienes apelan al sentimiento y no por quienes apelan a la razón.

¿Qué carajos pasó el sábado?

De una forma 100% subjetiva puedo afirmar que los sábados son un día en el cual el tráfico es bastante pesado, a algunas horas más pesado que entre semana. Según los que saben del tema la razón es el pico y placa y el hecho de haberlo extendido a todo el día aumenta el problema: con solo 3 días de carro la gente sale a hacer mercado, al médico, a visitar a la familia o a irse de paseo el sábado. Por esta razón es de esperar que el tráfico sea más pesado desde las 8 de la mañana tal vez hasta las 4 ó 5 de la tarde.

Sabiendo todo lo anterior les contaré la siguiente historia: el sábado que acaba de pasar fue un día lluvioso en el que mi novia y yo decidimos, después de comprar los disfraces, irnos a jugar xbox a mi casa. Como el tráfico es tan pesado decidimos salir a eso de las 7 cuando lo único que se mueve son los taxis que llevan gente a las fiestas. Me sorprendí un poco al ver que había trancón desde mi casa. Ingenuamente pensé que sería un accidente y que pasaría a las pocas cuadras... que lejos estaba de la realidad (y de llegar nuevamente a mi casa).

Al llegar a la calle en la cual me desvío para dirigirme al occidente de la ciudad (la 100) mi "alegría" fue infinita al descubrir que estaba cerrada por la dichosa maratón nocturna. ¿Cuántos pasacalles ví anunciándola? Cero, de verdad, lo juro. Desde la calle 130 hasta la calle 100, más de 30 cuadras, casi tres kilómetros, no había un aviso o un policía o una sola persona de logística avisando. Mi problema no es con la carrera ni con el trancón, la primera es un derecho de quienes viven aquí y la segunda es algo con lo que todos hemos aprendido a vivir. Mi problema es sentirme olvidado y menospreciado.

Alguien, activamente, decidió que ni yo ni mi tiempo le importaban, igual que el tiempo de no-sé-cuantas personas que duraron hasta 3 horas entre su carro. Ya hablé antes de cuanto pago por el derecho a usar mi carro y las otras tarifas asociadas al asunto, así que espero que alguien en la secretaría de movilidad de Bogotá (si es que ese ente todavía existe) diga "tal vez a la gente en Bogotá no le gusta sentirse olvidada por el gobierno distrital". Sé que es algo pequeño y que no pasa de una molestia un día a la semana, pero ya lo dice la biblia (en algún sitio, les queda de tarea): si no puedo confiar en lo pequeño ¿cómo carajos voy a confiar en lo grande?

Traducido: si no puedo confiar en que la secretaría de movilidad (y el distrito en general) tienen la capacidad de organizar el tráfico para una carrera de 10 Km ¿Cómo carajos puedo confiar que pueden hacer una obra de $900 billones como es el metro? No es por decir que el metro no sirva para nada (porque si sirve, pero luego les digo por qué... ¡Oh, el suspenso!), pero si es por decir que si lo van a hacer con la misma preparación que la carrera, lo que estamos es jodidos. Con esa incompetencia tan gigante ya no me sorprende que no hayan podido con los parqueaderos.

viernes, 23 de octubre de 2009

Cervezas y parqueaderos

Casi no encuentro sobre qué escribir pero entre el miércoles y hoy encontré dos cosas sobre las que me gustaría hablar. La primera es que el miércoles le expliqué a mis estudiantes como imponer un cargo fijo incentiva a que la gente consuma más, la segunda es que esta mañana, durante la hora que hay manejando entre mi casa y mi oficina, escuché dos noticias sobre movilidad.

Dado que aquí no son todos economistas les cuento que, en efecto, un cargo fijo hace más barato consumir más. Por ejemplo (y el ejemplo lo dio un estudiante): decido salir a tomar con mis amigos y vamos a un sitio donde el cover son $10.000 y cada cerveza cuesta $1000. Yo que no tomo decido pedir una sola, en promedio pagué $11.000 por cada cerveza. Mis amigos que toman (y toman mucho) deciden, cada uno, tomarse 10 cervezas; $20.000 en total y cada cerveza, al fnal del día, les costó solamente $2.000. La moraleja es que hay que tomar, mucho, tanto como puedan, para no desperdiciar la platica de la entrada.

Por otra parte, en Bogotá el asunto de la movilidad está siendo discutido acaloradamente. Por un lado tenemos aquello del metro vs. transmilenio vs. tren de cercanías (que trataré otro día) y por el otro tenemos las tarifas de los parqueaderos. Dejaré claro de una vez que no creo que se deba regular la tarifa de los parqueaderos y que estos, en efecto, deberían ser costosos. Ahora vamos al punto donde el ejemplo de la cerveza y los parqueaderos se unen mágicamente.

Todos los años, en febrero si no me equivoco, hay que pagar en Bogotá un impuesto al rodamiento. Cada año, en febrero, salen de mi bolsillo unos $300 mil destinados a ganar el derecho de manejar. El "cover" para acceder a las vías es de $300 mil. Debo pagar ciertas cosas: gasolina, parqueaderos, llantas, alineación y demás para poder disfrutar del derecho de usar las vías. Según lo que comentaba mi estudiante, me sale más barato usar mi carro cada vez que pueda usarlo. Si lo saco un día me cuesta $300 mil. Si lo saco todo el año, me cuesta los mismo $300 mil así que para sacar el máximo provecho, preferiré sacarlo cada vez que pueda.

Supongamos una mejor solución (nuevamente, regalando ideas gratis). En lugar de cobrarme cada año $300 mil mejor que me cobren cada vez que saco el carro $20 mil; por cada viaje. Con esto se acaba el incentivo de sacarlo siempre y mejor lo saco solo cuando realmente lo necesito. El resto del tiempo cogeré bus, transmilenio o taxi que, seguramente, salen más baratos. Volviendo a los parqueaderos, el problema de fondo es que como siento que tengo el derecho de sacar el carro todos los días, también siento que no deberían cobrarme más cosas por sacarlo. Quienes se quejan del alto costo bien podrían coger un taxi (una carrera de $8 mil vs. un parqueadero de $20 mil), el parqueadero sería en este caso el impuesto que debo pagar por congestionar las calles con mi carro.

Así pues, no me interesa el debate del costo de los parqueaderos porque, como siempre, es una pelea tonta sobre un asunto que no llega al fondo del problema. Se debe entender, además, que si decido comprar carro es porque sé desde el momento en que lo compro los costos en los que voy a incurrir. Dichos costos, se entiende también de antemano, son altos ya que el carro es un bien de lujo.

PD: Ya que traté el alcohol y la movilidad no puedo despedirme sin decirles que caminar borracho es 8 veces más peligroso que manejar borracho. Así que ya saben, si tomaron mejor manejen.

martes, 20 de octubre de 2009

Volver al blog

La escritura, al parecer, es un proceso completamente inercial. Después de escribir completamente juicioso todos los días durante poco más de un mes frené en seco por asuntos laborales. Como soy un animal de costumbres, no he podido ajustarme a escribir de noche ya que no puedo tener un itinerario preciso para hacerlo. Debería intentarlo por lo menos y no perder el impulso que llevaba.

Lo más aterrador es que entre más tiempo paso sin escribir es más difícil comenzar a escribir nuevamente. De ahí que haya escrito sobre la falta de inspiración casi tantas veces como "descansos" me he tomado: son una forma de hacer visible mi problema y obligarme a escribir más. No ha sido falta de temas, hay bastantes (por ejemplo, después de tanto buscar, ya hay disfraz). Es más una falta crónica de impulso y de terminar de darle forma a las ideas.

Mientras más escribo es más fácil, por ejemplo, hilar diferentes temas en una sola entrada. Comenzar con una inspiración fortuita y de ahí partir hacia lo desconocido. Al detenerme pierdo esa habilidad. No lo creía, pero escribir en realidad es como entrenar para un deporte o tocar un instrumento; si deja de hacerse se comienza a perder, aunque no del todo.

Así pues, esta breve entrada servirá para anunciar que volveré a escribir a diario (comenzando, lógicamente por otra entrada hoy). A la hora que sea y donde sea... le debo muchas cosas a muchas personas (como lo de sangre q-agulada panelita).

miércoles, 14 de octubre de 2009

Crónica de un disfraz: el arte de negociar

¿Peter Pan? No ¿Príncipe Caspian? No ¿Pirata? Mmmm... no ¿Preso? No ¿hombre-lobo (vestido de lentejuelas, estampado de zebra y demás)? Menos... Pasamos una hora viendo disfraces y nada me gustaba del todo. La verdad no soy exigente para el disfraz, solo tengo dos peticiones: nada de mallas y nada de Narnia. Hay otra lista de exigencias que se dan por entendidas: 90% de la población se disfraza de preso, pirata o fantasma.

Es importante tener en cuenta que para estar bien disfrazado a esta edad se debe cumplir al menos con una de las siguientes:
1) Un disfraz muy original (como el que se pega espejos y va de "bola de disco")
2) Un disfraz muy elaborado (como el que se pega agujas para ir del malo de "hellraiser")
3) Una comparsa (en la que la calidad no importa tanto como la actitud)
4) Un disfraz que haga juego con el de la pareja o mini-comparsa (tuerca y tornillo me parecen lo máximo, pero a mi novia le parece "poco sútil")

Una vez se llega a un acuerdo sobre el disfraz (al que ya llegamos pero no contaré) hay que resolver otra serie de preguntas ¿Hecho por nosotros o por alguien más? ¿Comprarlo o alquilarlo? ¿A dónde vamos a ir a lucirlo? ¿Con quienes vamos a ir? La primera pregunta es relativamente fáciles de resolver. Ni de riesgos lo voy a hacer; quien haya visto mis dibujos de jardín infantil y mis disfraces de años anteriores sabe que la motricidad fina y la creatividad no son exactamente lo mío. Mi novia lo haría encantada, pero por aquello del trabajo es imposible.

¿Comprarlo o alquilarlo? Si lo compro sé que jamás lo voy a volver a usar. Si lo alquilo lo voy a usar todos los días desde el momento en que lo recoja hasta la hora de devolverlo. Le voy a sacar hasta el último peso pagado por alquilarlo. Cualquiera de las dos implica ir a ver disfraces, pero irlos a ver de verdad, no una simple hora como la que relataba al comienzo de esta entrada. Ver disfraces implica sacar las páginas amarillas, decidir un par de áreas a explorar (Galerías y Usaquén, por ejemplo) y salir a explorarlas. Pero explorarlas de verdad, con lista en mano para anotar las tiendas visitadas y los disfraces vistos. A esta fase no he llegado pero, con la proximidad del Halloween, creo que de este sábado no paso. Si no tenemos disfraz el domingo 25 a las 12 de la noche pasaré otro año encerrado en mi casa ignorando a los niños que van a pedir dulces.

Sobre el sitio para ir ya hay propuestas (o, mejor, propuesta). Una de mis lectoras y comentaristas mas asiduas encontró una fiesta en Teatrón. Otros comentaristas han sugerido otros lugares y es necesario deliberar. Las relaciones sentimentales son como un pequeño consejo de seguridad de la ONU en ese sentido: no se puede hacer nada sin aprobación de la mayoría y todo el mundo tiene derecho al veto. Además, ir a algún sitio a bailar implica que por nada del mundo puedo usar maquillaje (como la calabaza del año pasado) o de lo contrario, al terminar la noche, seré la versión "derretida" de mi disfraz original. Eso sin contar el ardor en los ojos y las manchas en la ropa.

Así pues, en esto va lo del disfraz: se están terminando las negociaciones y arreglos (como un contrato prenupcial) y ya se ve el humo blanco. Tanto se ve el humo blanco que ya decidí que vaya o no a una fiesta me voy a disfrazar, así sea para quedarme en mi casa jugando Xbox mientras afuera los niños timbran.

martes, 13 de octubre de 2009

Prejuicios

Ya que últimamente ha brotado el economista que reside en mi pero que es tímido para escribir introduciré un nuevo concepto que economista que se respete ha dicho alguna vez: ceteris paribus. Una forma importante de decir "todo lo demás constante". Y es que para el ejercicio serio de la economía dejar "todo lo demás constante" es algo bien importante. Cuando un físico estudia el efecto de la gravedad intenta controlar todo lo demás en su laboratorio: la fricción, la temperatura, la presión del aire... para poder decir que el efecto sobre un cuerpo se da por la gravedad debe comparar controlando todo lo demás que pueda interferir. Todo lo demás constante.

En economía es aún más importante ya que no podemos sentarnos a repetir mil veces la sociedad en la que vivimos y muchos datos de los que tenemos solo se observan una vez. Por ejemplo, para saber que las mujeres son discriminadas en el mercado laboral se compara una mujer con un hombre con educación, edad, hijos, estado civil y demás igual. Lo único que cambia es que ella es mujer y él es hombre. Si esta mujer hipotética gana menos que este hombre hipotético podemos decir, con un grado de certeza, que la están discriminando.

Los detalles técnicos de como se hace eso los dejaré para después (y como mis lectores fieles saben "después" en mi blog significa "nunca" o, en el mejor de los casos, "muuuuuuuucho después"). Por ahora me concentraré en la discriminación y en el "todo lo demás constante" para una breve reflexión que surgió de una comida. Tiene que ver con la homofobia.

No es raro escuchar quien se refiere a los homosexuales como aberrados. Muchos todavía creen hoy en día que todos son violadores, pederastas o las dos al tiempo. Todavía más curioso hay quienes lo ven como una enfermedad contagiosa ("no deje que los niños anden con él porque se les pega lo marica") y, en general, son tomados como una proyección de nuestros temores. No dispongo de información pero apostaría a que el número de pederastas homosexuales y heterosexuales es igual o muy cercano. Así como hay ladrones homosexuales hay ladrones heterosexuales. Así como hay parejas heterosexuales estables que se aman, también las hay homosexuales.

Dejando todo lo demás constante, no debería pensar lo peor de un homosexual ni tampoco darle un trato privilegiado. Las dos son discriminación. Trato diferente. Prejuicios... la tolerancia no quiere decir "dejemos que los pederastas violen niños", la tolerancia quiere decir "lo que importa es que sea pederasta, no su orientación sexual". Lo traigo a discusión porque muchos confunden las dos categorías aún cuando una no es condición necesaria ni suficiente de la otra. Puedo diferir de su estilo de vida (como difiero de los creyentes, de los antropólogos, de los noveleros, de los reggaetoneros, de los que gustan del fútbol) pero, en principio, no debería rechazarlos en función de eso.

Al párrafo que acabe escribir seguiría otro sobre la moral, lo que consideramos bueno y malo. Tristemente, aunque el tema me apasiona, ya son las 10:30 de la noche y mañana madrugo. Lo dejaré hasta aquí y, si alguien quiere hablar de la moral (y sé que más de uno querrá hacerlo) abajo queda la cajita de comentarios. Yo dormiré...

viernes, 9 de octubre de 2009

El costo de la vida

Comienzo con una pregunta ¿Cuál es la manía que hay en este país de amarrar todos los precios al IPC?

Prosigo con una explicación. El IPC, abreviación de Íncide de Precios al Consumidor, es el numerito que indica cuanto más cuesta vivir en Colombia (o, para ser precisos, en 13 de las ciudades) con el paso del tiempo. La idea de un índice es tomar un mes de un año y, a partir de ahí, medir en cuanto han aumentado los precios. El crecimiento en los precios se llama "inflación" y creo que este es el punto donde la lógica le falla a algunos de los padres de la patria (congresistas y jueces, a los del ejecutivo les dicen facistas). Para los fanáticos de amarrarlo todo al IPC la inflación es un número arbitrario que se le ocurre a alguien y por el cual hay que multiplicarlo todo: desde el precio de una bolsa de leche hasta los sueldos de todo el mundo. Así todos podemos seguir consumiento lo mismo pero pagando más.

Aunque en principio parece lógico la verdad es que ignora muchas cosas que, siendo sincero, me costó mucho tiempo entender (y sé que más de uno me dirá que estoy errado). El número que se reporta como inflación ya tiene en cuenta el aumento en el precio de todo, incluídos de forma indirecta los sueldos y está asociada al crecimiento económico. De forma muy sencilla, si una firma recibe más ingresos va a pagarle más a sus trabajadores (lo siento por los socialistas, pero hace rato que no vivimos en la Inglaterra de Dickens). Como los trabajadores reciben más plata están dispuestos a pagar más por, por ejemplo, una bolsa de leche. Muy simplificado pero así, a grandes rasgos, es que aumentan los precios.

Dejando atrás esa breve introducción a la economía retomo mi pregunta original ¿Cuál es la manía que hay en este país de amarrar todos los precios al IPC? No tiene lógica desde ningún punto de vista y lo único que hace es hacer que el año siguiente todos los precios suban más. O, peor aún, evita que se crezca más. Si, quienes lo proponen lo hacen con buenas intenciones, pero nuestras mamás nos enseñaron que ese es el camino al infierno.

Doy esta breve clase por una propuesta engendrada en el Congreso de la República para obligar a que las universidades aumenten su matricula máximo en la inflación del año. Muy noble ya que toma en cuenta que algunas personas se retiran de la universidad por no tener plata para pagarla y algunas universidades se pasan de vivas y cobran bonos extraordinarios o "clases voluntarias de inglés" que hay que tomar para graduarse. Por otra parte es sencillamente tonto. Seré directo: la educación es un negocio. Seré más general: toda actividad empresarial en la que se embarque un privado es un negocio. Punto final. Puede ser una entidad sin ánimo de lucro, pero aún estas necesitan dinero para seguir funcionando.

La educación es un negocio donde se compite por tener el mayor número de estudiantes, son quienes al final del día pagan las matrículas. Se puede competir de dos formas: por precio (semestre a $200 mil) o calidad (95% de nuestros profesores son Ph.D. y tenemos los mejores laboratorios en Colombia). Las malas noticias para quien propuso aquello del incremento es que son metas, habitualmente, incompatibles. Pagar capital humano altamente calificado cuesta, pagar instalaciones de alto nivel cuesta, pagar programas de bienestar universitario cuesta. Cuesta tanto que las universidades públicas que cobran barato están en la quiebra: no pueden dar semestres a $20 mil pesos y mantener la calidad de lo que ofrecen, al menos no sin ayuda del gobierno.

Me parece que es noble la intención de dar educación a todo el mundo al menor precio posible. Sin embargo, pedirles que se amarren una mano es una exageración. Considero irresponsable un proyecto de ley de ese tipo dado que tendría un efecto muy grave sobre la calidad de la educación superior que actualmente se ofrece. Es una lástima que a todo el mundo le preocupe que mucha gente estudie, pero que a muy pocos les preocupe que estudien bien. Yo prefiero lo segundo ¿Ustedes?

La historia del prepotente más estúpido y misógino que jamás haya pisado Miami

No quería escribir esta semana. El trabajo ha estado bastante agitado con pocas oportunidades para darme un respiro y escribir algo coherente. Pensaba terminar este "sabático" y esperar al nóbel de economía y al día de la raza para escribir algo pero se me cruzó una "noticia" que no podía creer: El carcelazo en Miami de Naren Daryanani. El actor "famoso" por ser uno de los hijos de los Franco en Padres e Hijos. Al principio pensé que se trataba de otra noticia súper amarillista de esas que se ven cuando de "estrellas" se trata (admito que he usado muchas comillas, pero todas son "merecidas"). La primera vez que lo leí lo único que me pareció extraño fue la comparación que hizo el periódico con CSI Miami:
Al mejor estilo de 'CSI Miami', es la historia vivida durante 28 horas que
estuvo privado de la libertad

Si ya hicieron click en el link y lo leyeron todo se habrán dado cuenta de que lo único que tiene la historia de parecido con CSI Miami es que pasó en Miami. No hay un asesinato ingenioso, lleno de intrigas con narcos y pandillleros. No hay mujeres voluptuosas súper erotizadas que dan testimonios tan ambiguos que uno no sabe sino hasta el final si son buenas o malas. No hay investigación forense. Ni está Horatio con sus gafas de sol. Quien escribió el artículo definitivamente no ve CSI Miami.

Como mis quejas sobre CSI Miami no daban para una entrada lo iba a dejar pasar. Seguirle dando a esas dos líneas sería caer en la repetición y la repetición. Me fuí a mi casa (la noticia salió ayer) y decidí olvidarme del tema. Pero hoy asaltó mi mente nuevamente. Caí en cuenta de que la historia no es Naren Daryanani quejándose porque los medios de comunicación exageraron su estadía en la carcel. No, es mucho más que eso: es la historia del prepotente más estúpido y misógino que jamás haya pisado Miami. Y eso ya es mucho decir si tenemos en cuenta que está llena de exiliados cubanos.

En resumen, al tipo lo metieron a la carcel hace un año durante 28 horas ¿No lo sabían? Yo tampoco, de hecho, hasta que leí el artículo era de los que pensaba que era uno de los "actores" que después de pasar por el mundillo de la televisión decidían dedicarse a otras cosas. Pues no, resulta que, al parecer, el tipo se puso a trabajar en novelas de Telemundo, convirtiéndose en una estrella Miamiense. Hace un año se dijo que era porque se había robado una gaseosa y dos chocolatinas cuyo valor ascendía a poco más de 6 dólares. El tipo lo nego todo, hasta ayer.

Dice que estaba un día en la playa cuando una niña lo reconoció ("porque allá todos son Telemunderos") y se acercó a hablarle. El problema es que un salvadoreño le dijo homosexual así que el Sr. Daryanani hizo lo más maduro que se puede hacer en esos casos: responderle "pues su papá que lo hizo tan feo" y luego se mando a pegarle. En medio del problema un niño se le "mandó" y, nuevamente, el Sr. Daryanani hizo lo que cualquier adulto maduro habría hecho: pegarle al "chino". Debo aclarar que no estoy exagerando, son las palabras textuales, en primera persona, del "actor".

El caso es que estuvo tan de malas que lo metieron preso pero tan de buenas que un policía cubano lo reconoció y alteró los papeles del arresto. Cambió de "golpear a un niño" a "robar 6 dólares". El primero es delito de corte, el segundo de 28 horas en la cárcel. Entonces, vamos en que el tipo paso de ser un ladrón de seis dólares a admitir en un periódico de circulación nacional que: 1) Atacó a alguien que dudo de su sexualidad, 2) Le pegó a un niño de 12 años y 3) Hizo que un policía se torciera para no pagar la carcel que merecía... Yo prefiero quedar como el ladrón de 6 dólares pero supongo que para el señor es importante mostrar que se va a ir a los golpes con cualquiera que ose dudar de su hombría. Lo entendemos Naren: eres un machito.

La verdad creo que el tipo está de buenas por no ser tan famoso como cree que es. Si lo fuera, después de sus declaraciones, toda la prensa rosa estaría buscando al policía que le cambió el registro, al salvadoreño que lo insultó y al niño golpeado. Las ventajas de ser medio don nadie.

lunes, 5 de octubre de 2009

El premio a mi medida

Comenzó la temporada de nóbeles. Al escribir la frase anterior me sentí viendo nuevamente una caricatura de Bugs Bunny, el pato Lucas (o Daffy, para los gringos) y Elmer Fudd: "¡temporada de conejos! ¡temporada de patos! ¡temporada de nóbeles!" y comienza el tiroteo. Tristemente, la temporada que comienza se refiere al momento del año en el cual empiezan a entregar los premios a científicos distinguidos que han ayudado al avance de la humanidad. Se otorgan en diferentes áreas: medicina, física, química, literatura, paz y economía. Se dice que no hay para los matemáticos por un problema de sábanas, la señora Nóbel le puso los cachos al señor Nóbel con un matemático; conclusión, los matemáticos no tienen premio (y tal vez jamás lo tengan). Tampoco hay premio a la biología porque cuando Nóbel murió la biología no era nada serio, Darwin recién había muerto y todos los temas de biología eran tabú.

La primera ceremonia se llevó a cabo en 1901. Todos los premios salvo el de economía estaban presentes. Los economistas tuvimos que esperar 67 años para que, en 1968, el banco central sueco entregara el primero de estos premios. Estimados colegas, la triste realidad es que los economistas tampoco podemos ganar un premio Nóbel. Podemos ganar, eso si, el premio Sveriges Riksbank en honor al Alfred Nóbel. En la página oficial del premio lo llaman "premio" en economía, en lugar del oficial "premio Nóbel".

No me estoy quejando. El inventor de los premios decidió cuales debían ser las disciplinas merecedoras de un premio. Los biologos, matemáticos y economistas nos sentamos a llorar hasta que los últimos tuvieron un alma caritativa que les dió el premio. Es lo justo. Sencillamente se respeta la última voluntad del hombre que trajo la dinamita al mundo. Por eso es que me ofende (como muchas cosas que me logran ofender) una carta firmada por un "grupo de eminentes científicos" pidiendo que, por favor, ya no entreguen premios a cosas tan obsoletas como la medicina sino que, mejor, los entreguen a la lucha contra el SIDA, al cambio climático o al científico con la sonrisa más deslumbrante... está bien, lo último es invento mío, pero se hacen a la idea. La carta la firma incluso un ganador del premio en el año 2001 quien, supongo, en un acto de coherencia, devolvió la plata del premio.

Por si no ha quedado lo suficientemente claro: estoy de acuerdo con la mesa directiva de la fundación que entrega el premio. Alfred Nóbel determinó una cosa en su testamento y hay que respetarla. Si los "minentes científicos" quieren más premios, pues que los paguen, como ya hicimos los economistas. Al Gore tiene un mundo de plata ¿Por qué no saca parte de esa plata (y de la que ya ganó como Nóbel de la paz) para pagar el premio "Al Gore en honor a Alfred Nóbel en control climático"? Me gustaría pensar que es por tacaño, para indignarme más. Pero, la verdad, debe ser porque es consciente, como el resto de la humanidad, que el afán científico no es inspirado por el número de premios que me voy a ganar sino por el deseo de descubrir. Los premios y el reconocimiento, si llegan, son solo tangenciales. De pronto estos "eminentes científicos" debería replantearse por qué hacen lo que hacen, si lo que quieren es adulación y reconocimiento, escogieron mal su carrera.

jueves, 1 de octubre de 2009

Crónica de un disfraz: el contexto

Para los despistados que usan mi blog como única fuente de información: hoy comienza el mes de octubre. Famoso por ser el mes de las brujas, el mes de los niños y el mes en el cual Chipre celebra su independencia (por cierto, el 5 de octubre es el día internacional del profesor). Las dos primeras implican que hay que disfrazarse al final del mes. Los niños se disfrazan para pedir dulces y los grandes se disfrazan para pedir, entre otras cosas, trago y premios en las disco de moda. La noche en la que todo esto debería pasar es el sábado 31 de octubre. Para los interesados en el contexto histórico les puedo contar que es el fruto del sincretismo religioso que se da cada cierto tiempo. Por un lado tenemos una fiesta celta (el samhain) y la fiesta católica que se puso encima (el día de todos los santos) que hoy en día conocemos como halloween.

Como bien dice wikipedia, para muchos la fiesta tiene sentido religioso. Los celtas se quejan de que les prostituyeron su fiesta y los católicos se quejan de que los celtas salen a adorar al diablo. Es interesante que las dos cosas sean igual de ciertas e igual de tontas. Por un lado se arman fiestas celtas en toda la ciudad que para muchos, incluyéndome, son fiestas de disfraces con las hadas y la naturaleza como tema. Por otro lado, no falta el idiota que piensa que el 31 de octubre deambulan las almas por ahí. En lo personal, el 31 de octubre es para mi la noche donde los niños de mi edificio me conocen como el "amargado del 903".

Nunca fuí muy fanático de este asunto de los disfraces. Tanto que tan pronto tuve uso de razón decidí que mejor me quedaba en la casa, vestido como la gente normal. Verán pues que desde niño era un viejito. Eso no evita que haya por ahí fotos mías vestido de pollito, osito, superman, Robin Hood (o Peter Pan, no recuerdo) y otra con un disfraz que alumbraba. Al quinto o sexto año dije "no más" y me independicé del yugo del disfraz. Los días que en mis colegios eran de disfrazarse, sencillamente no iba ¿a qué? ¿a ver a todo el mundo disfrazado y escuchar "no hay dulces para ti porque no tienes disfraz"? Pues no, mejor me quedo en la casa leyendo o viendo televisión.

El caso es que pasó el tiempo y, por alguna razón, cuando uno crece los disfraces se vuelven otra vez algo interesante. O di con amigos a los cuales les gustaba disfrazarse. Mi suplicio comenzó nuevamente solo que agravado. A diferencia de mi primera infancia, ya no tenía mamá dispuesta a comprarme el disfraz, no tenía plata para comprarlo y, mucho menos, creatividad para hacerlo. Así pues, pasé a ser conocido como el tipo que se disfrazaba de "hombre sin medias", "yo 3 años antes" o "estudiante de economía". Una vez gané el premio al peor disfraz y al menor esfuerzo. Merecidos los dos.

Así iba mi vida, sin sobresaltos y abrazando mi amargura, hasta que, como saben, tuve novia. Siguiendo con el contexto, ella es pediatra y adora a los niños. Eso me encanta. Los quiere tanto que en halloween hace algo de santos: se disfraza para atenderlos. Si en ropa normal es una labor complicada no me imagino lo difícil que debe ser hacerlo vestida de, por ejemplo, princesa. El año pasado llegamos a un punto de acuerdo porque ella estaba en una rotación donde no interactuaba tanto con los niños. Así terminé yo maquillado como calabaza y derritiéndome en una fiesta a la que fuímos (sin contar el "manchando todo lo que tocaba de naranja) y ella de ¿hada? No sé, esperaré a que comente para que defina el disfraz.

Este año la historia es otra. Está en una rotación rodeada de niños que seguramente se disfrazarán y ella también quiere hacerlo. Como ella conoce mi aversión al disfraz no me insistió mucho hasta que me dije "pues, si hay que disfrazarse al menos hagamos una crónica del asunto", de esta forma los amargados del mundo podrán saber lo que se siente este proceso. Así pues termina el contexto y la motivación del tema que ocupará los fines de semana de este mes: escoger disfraz y la posterior fiesta de disfraces.

Si tienen sugerencias para el disfraz (que debe ser de pareja, o si no no vale) o sobre el sitio para aquello del desorden el 31, se reciben. Tal vez no gane ningún premio (como ciertos amigos míos que ya han ganado premio dos veces por comparsa: el señor de los anillos y pac-man, veremos qué hacen este año) pero al menos se hará el intento.

Eso si... nada de Peter Pan, superman y demás que impliquen usar pantalones de lycra o materiales similares.