martes, 11 de agosto de 2009

Las barras bravas

No soy muy fanático del fútbol. Me parece un deporte aburridísimo, con partidos largos y sonsos. Los seguidores del fútbol, habitualmente, no me parecen mucho más interesantes: un conjunto de personas que pasan horas y horas hablando de como meter un volante en lugar de un delantero o cosas por el estilo que nunca me ha interesado entender. Para mi infinita desgracia vivo en un país que se embrutece por este deporte. Se espera que todo hombre, sin importar ninguna otra consideración, sepa del tema. La mirada perpleja que sigue cuando afirmo que no soy hincha de nadie y que me da lo mismo quien esté encima de quien en la famosísima tabla solamente puede compararse con la mirada que recibo al decir que soy ateo.

Es un tema tan incrustado en nuestra sociedad, que uno de los periódicos de circulación nacional dedican un día completo de editoriales al deporte (los martes, en El Espectador). Todo el mundo se da golpes de pecho por la situación del "balompié" en Colombia y todos tienen recetas mágicas. Se han dedicado ríos de tinta y mares de aire a criticar al dueño actual de la Dimayor, de los árbitros y de los directores técnicos. Tomando en cuenta que el fútbol es una empresa privada me parece tan ridículo como sentarme con mis amigos a analizar lo que ha hecho la junta directiva de Bavaria para adquirir nuevos mercados.

Lo más curioso de todo el asunto es que, además de asimilarlo con hombría, el fútbol se equipara al patriotismo. No hace falta sino ver cualquier manifestación de colombianos en otro país y todos, para mostrar su patriotismo, llevan la camiseta de la selección Colombia. En estos tiempos de patria exacerbada es peligroso decir que no me interesa cuánto quedó el partido amistoso entre Colombia y la sub-16 de Surinám. Podría dedicar mi vida a donar plata para hospitales, colegios y bibliotecas en el Chocó, pero hasta que no sepa cuántos puntos lleva Colombia en las eliminatorias y cuántos partidos debe ganar para clasificar al mundial, soy una paria en mi país.

Así son las cosas. El fútbol es una cosa de emociones. De hecho, aún no he hecho público este texto y ya siento a más de uno refunfuñando, meneando la cabeza de lado a lado y pensando en lo insensible que soy. Más que de emociones el fútbol es una cosa de religión. Decirle a un hincha de Millonarios que su equipo no es tan bueno como cree es peor que pintarle bigotes al Cristo de cualquier iglesia. También es mucho más peligroso que pararse en Arabia Saudita a gritar que Maoma era gay.

Tengo amigos que han analizado superficialmente la sicología del hincha y, más interesante aún, de las llamadas barras bravas. Para los que no saben (jajaja, como si alguien no supiera) las barras bravas son un subconjunto de los hinchas que matan y se hacen matar por su equipo. Y no, no estoy exagerando. Son un grave problema porque a quien le gusta el fútbol no puede ir al estadio por miedo a terminar su vida en manos de alguien a quien le pareció que su camiseta era muy del otro equipo.

Como es un problema tan grave siempre se han buscado soluciones. Prohibirles el ingreso a los estadios, sancionar a los equipos, botarles gas lacrimógeno, hacer pactos de convivencia y un sin fin de medidas que funcionan por algún tiempo. Al menos hasta que uno de Nacional mire mal a uno del DIM y ahí si se arma...

La última de las ideas es, a falta de una mejor palabra, estúpida. No, ESTÚPIDA, con mayúsculas para que quede claro lo que pienso. Se quiere que los hinchas violentos paguen penas de terroristas. Si, leyeron bien y el artículo es de un periódico serio. El asunto es tan grave que un hincha que bote una piedra será procesado como si hubiera puesto una bomba. Obviamente, a los dueños de los equipos les gusta: el Estado les quita toda la responsabilidad de cuidar a los asistentes (como si ya la tuvieran...), les quita de encima a los hinchas que menos pagan (porque matan por su equipo, pero ¿'pagar $40 mil por una boleta? No, gracias) y atrae a los hinchas que más plata tienen.

Como este sitio no se trata de decir cosas por decirlas, voy a enumerar las razones por las cuales pienso que esta no es una buena idea:
  1. Las cárceles están a reventar de presos ¿Van a construir nuevas cárceles para estos hinchas? ¿Soy, de verdad, al único que le parece una mala idea meter a una persona desequilibrada a un sitio donde lo único que va a hacer es odiar más a la sociedad y aprender a deliquir?
  2. Una condena mayor no sirve de nada si no se incrementa la probabilidad de ser atrapado. Si no me creen pueden preguntarse porque los narcotraficantes siguen delinquiendo. Si hoy en día la policía no los puede contener ¿de verdad alguien piensa que los va a poder meter presos? La solución en este caso es obvia, poner toda la policía a cuidar el estadio mientras la ciudad se queda sola
  3. ¿Quién los va a procesar? A quien propuso esta idea evidentemente no le llegó el memorando donde dicen que el sistema judicial está a reventar. Tanto que hoy en día gran parte de la energía del sector público está volcada a encontrar soluciones a este problema ¿Para qué procesar un atracador si hay un hincha violento esperando?
  4. El tipo de crímenes que cometen los hinchas violentos no es premeditado. Para que el endurecimiento del castigo sirva de algo el crimen debe ser premeditado, el criminal hace un proceso de evaluación: "si cometo el crimen gano X, si me agarran con probabilidad P pierdo Y, entonces si X - PY > 0 cometo el crimen". El hincha violento, por mucho, está pensando "matar a los de Santa Fé porque nos hicieron un gol" o "defender al equipo".
  5. La verdadera solución, en este caso, es atacar los problemas de raíz ¿Por qué el hincha violento es violento? ¿Por qué escoge el estadio como escenario para descargar su ira? ¿Cómo pueden hacer los equipos para evitar este tipo de comportamiento?
Las barras bravas son un problema complejo y si alguien cree que con meterlos a la cárcel soluciona el problema, le tengo noticias: en un par de años vamos a estar firmando el referendo para cadena perpétua a los hinchas violentos y nada habrá cambiado.

BREVE ANOTACIÓN (en la noche del día en que escribí esto): Si bien esta medida en particular me parece ESTÚPIDA eso no quiere decir que se deban descartar de plano medidas de corto plazo. Hacer eso es equivalente a tener un carro y nunca calibrar las llantas porque igual hay que cambiarlas.

Si me piden ideas ya, no las tengo. Si me piden ideas en, digamos, una semana, tal vez las tenga o tal vez no. Lo importante es que yo no debería ser el único pensándolas, es más, si alguno de mis 10 lectores tiene ideas, bien recibidas son.

1 comentario:

  1. Que aburrido que uno ya no pueda ir al estadio por culpa de todos esos gamines que no disfrutan el futbol y lo usan como excusa para asesinar, robar y agredir.
    Hace rato no voy al estadio, pero la primera vez que Juank me llevó fue muy claro cuando me advirtió que no me podia ir con nada azul, mucho menos con la camiseta del equipo. Aclaro que somos de Millos! Pero por evitar problemas, era mejor irse " neutral". Que pereza estar pendiente hasta de eso por culpa de esa gente. Y a los demás no nos dejan entrar ni cinturones con chapas ni radios con pilas... a juank ya le han quitado dos correas y a mi 2 caimanes para el pelo.

    pero ellos si entran chuzos y toda clase de drogas. Lo mas triste que he visto, fue un dia de clasico donde detras mio estaban dos niños, maximo tendrian 16 años, que estaban oliendo perica. ???? entiendo que metan en un concierto o una rumba, pero en un partido????
    es absurdo, si el deporte es salud! que raro debe ser ver un partido trabado.

    El problema es ese, que usan el futbol como excusa para todas las estupideces que hacen.
    Aun asi no dejare de llevar a mis hijitos con camiseta azul al estadio!!! Para que le griten a los chulos y coman palito de queso del campin!

    ResponderEliminar

A mi blog le interesan sus comentarios...